El director, el austriaco Gustav Deutsch, ha querido dar vida a la pintura de Hopper a través de un personaje femenino, inventado, al cual enmarca en cada uno de los escenarios que el pintor plasmó en sus cuadros.
Ese personaje es Shirley, una mujer urbana, apasionada del teatro y reflexiva. Lee a Emily Dickinson, con la que parece fácil entender, se siente identificada. Por su comportamiento, por sus pensamientos, se puede adivinar que entiende la vida de una forma pesimista, se puede advertir cierto halo de tristeza y melancolía en su persona, en su manera de expresarse, en su mirada. Se nos dan las pinceladas justas en cuanto a su personalidad pero con su actitud, lenguaje corporal y con sus reflexiones, casi siempre mediante el recurso de la voz en off, se abre para nosotros y se nos muestra como una mujer apasionada y muy sensible.
Shirley vive para nosotros a través de esta obra desde los años 30 a los 60 del siglo XX. Siempre la encontramos en espacios cerrados y muy frecuentemente junto a una ventana la que siempre abre o se asoma a través de ella como buscando una libertad que ansía.
Shirley vive prisionera metafóricamente, por eso siempre se nos muestra en habitaciones o espacios cerrados, ella busca respirar, ser libre, escapar de ese mundo en el que le ha tocado vivir y nos lo muestra a través del simple gesto de abrir la ventana.
Son significativos los momentos entre escenas. En un fondo negro con letras en blanco se nos muestra una fecha y un lugar mientras, lo que parece ser, la voz de un locutor de radio narra las principales noticias del día. Casi siempre son noticias de índole política o económica, con clara actitud negativa que parece ser lo que hace que Shirley viva en una permanente tristeza, el mundo no va bien y ella no es capaz de encontrar su sitio dentro de él, eso la atormenta. Shirley entiende que la vida es "puro teatro" y nosotros estamos en permanente actuación.
Cada escena representa una de sus pinturas, colores planos, luces artificiales intencionadamente, cada escena es un permanente decorado en el que el personaje deambula casi siempre en soledad, o en el caso de haber varios personajes en la escena sin aparente comunicación entre ellos.
El personaje, como digo deambula, medita pero casi nunca interactúa o dialoga de forma natural. Todo es artificio pese a que la primordial intención del pintor es representar la realidad de la sociedad neoyorquina.
Edward Hopper pretende ser realista y el resultado es puro artificio, eso nos lleva a extraer una reflexión válida tanto para aquellos años 30 o 50 en Nueva York como también válida para cualquier sociedad urbana actual en la que el individuo es literalmente individuo; egoísta, vive en soledad aunque rodeado de una marabunta de personas. Un individuo que ha olvidado la esencia del ser humano que no es otra que la capacidad de comunicarse entre sí, pese a vivir en la era de las comunicaciones.
Cada escena se nos muestra con una cámara fija, desde un ángulo teatral, prima la simetría y el minimalismo en las escenas y por las sempiternas ventanas tampoco se nos muestra nada que no sea artificio. Es recurrente el binomio cama-ventana así como el sonido del tren, omnipresente a lo largo de la película. Los colores son vibrantes con predominio de los verdes y los rojos sobre fondos blancos.
Como comenzaba diciendo, no estamos ante un tipo de cine al uso si no más bien se puede encuadrar dentro del cine experimental, muy original, más propio para exponerse en una galería de arte que en una sala de cine. Cautiva por el simbolismo, la belleza plástica y la expresión, pero el mérito es del pintor en el que está basada, no del cineasta.
Es una película, por tanto, solo apta para los amantes del arte contemporáneo, pues hay que entenderla como una "performance" más que como una película.
Será difícilmente entendible si no se conoce la obra de Edward Hopper, por tanto no es una película recomendable para el gran público.
(si tienes 5 minutos también puedes escucharme en YouTube)
GRACIAS POR LEERME
No hay comentarios:
Publicar un comentario