Marc Cross (Jean Rochefort) es un escultor y pintor, ya anciano y deprimido, decepcionado por la raza humana que vive en un pueblecito en los Pirineos y trabaja en un pequeño taller en medio de la montaña, prácticamente esperando a que le llegue su hora.
Un día su esposa (Claudia Cardinale), encuentra a una joven y decide acogerla para que trabaje como modelo para él. La llegada de Mercé (Aida Folch), la joven que ha llegado hasta allí huyendo de la dictadura franquista, devolverá las ganas y la inspiración al artista.
Fernando Trueba nos sumerge en la exquisitez de la imagen en blanco y negro con esta película rodada en francés. Renuncia a los diálogos reduciéndolos a la mínima expresión y renuncia también a la música, algo que ha sido muy importante en otros de sus trabajos ("Chico y Rita", "El baile de la Victoria" o "Belle Époque"). Renuncia a todo ello para dejar hablar a las imágenes, a las miradas y al sonido ambiente, es impresionante lo que se puede transmitir con esos elementos tan simplistas a priori.
No sólo la fotografía y la dirección artística contribuyen a la belleza de la película, mucha culpa la tienen también los intérpretes.
Jean Rochefort encarna al artista que está inspirado en la figura de Arisitide Maillol pintor y escultor francés que vivió a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. Maillol utilizó el cuerpo femenino como tema fundamental, fue un gran innovador en cuanto a tipos y proporciones en sus obras escultóricas.
Rochefort no puede estar más creíble, transmite a un hombre apesadumbrado, derrotado por la vida al que una joven muchacha devuelve el brillo de su mirada y le devuelve también las ganas de seguir la búsqueda de "la idea", elemento esencial para un artista, la inspiración.
La mirada de Rochefort es la mirada del artista que busca y encuentra.
Aida es esa musa inspiradora. Mezcla de fortaleza y convicciones, una mujer que no ha tenido contacto con el arte ni lo entiende pero que irremediablemente forma parte de él.
El resto del reparto principal son Claudia Cardinale como esposa y una maravillosa Chus Lampreave que es la única que habla algo de castellano en la película.
Me ha parecido una película bella, en la que son las miradas de los personajes las que hablan, las que nos hacen entenderlos y saber cómo sienten; dulzura, ternura, desconfianza, pena, curiosidad, duda, deseo... todo eso se puede transmitir con una sola mirada y la prueba la tenéis en esta obra. Creo que las miradas son las protagonistas absolutas.
Es una película delicada, pensada no para llenar grandes salas si no para el deleite del espíritu de unos pocos. Muy interesante en cuanto a que no hay muchas obras que nos muestren la manera de trabajar de un artista.
En definitiva no recomiendo esta película al gran público, hay que tener una sensibilidad especial para disfrutarla.
GRACIAS POR LEERME
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