Un reparto inmejorable con una manera de hacer cine muy poco convencional y una historia dura aunque jugosa. Esos son los ingredientes que dan como resultado una obra diferente, amena y muy reflexiva.
Ryan Gosling interpreta a Luke, un motorista que se gana la vida jugándosela, haciendo espectáculos circenses y al que poco más le importa. Un rebelde sin responsabilidades al que un día le cambia la vida tras enterarse de que tiene un hijo. En ese instante siente la necesidad de hacer algo más por ese niño, deja la vida ambulante y decide ganar dinero robando bancos.
Bradley Cooper interpreta a un policía novato con mucha ansia por ascender en el cuerpo. Un joven con mucha proyección y con grandes objetivos en su carrera, comprometido y muy responsable.
Ambos personajes son la antítesis y con dicha descripción se sobre entiende que están destinados a cruzarse en algún momento.
La película está concebida en tres partes bien diferenciadas. La primera protagonizada por el piloto es la más fresca de las tres, la que genera más adrenalina, la más rápida en consonancia con el protagonista. Esta primera parte, como si de una carrera de relevo se tratara, pasa el testigo a la parte protagonizada por Cooper. Una historia de corrupción dentro del cuerpo de policía, inquietante en algún momento, oscura y que nos habla de la ética y de la moralidad, de lo que genera el poder en los hombres.
La tercera y última parte de la película transcurre quince años después. Es la reflexión sobre el hecho de que todo lo que hacemos en la vida tiene consecuencias, antes o después veremos el reflejo de nuestros actos y muchas veces afectan a terceras personas.
Esta parte de la película nos muestra a los hijos de los dos anteriores y como la casualidad los hace "cruzarse" siguiendo la estela de la historia inconclusa entre sus padres.
Son dos chicos excluidos socialmente. Uno porque no ha tenido la presencia de su padre física ni espiritualmente, el otro porque aunque sí lo ha tenido cerca, no ha disfrutado de él puesto que estaba más volcado en su carrera que en su familia.
Uno es un chaval de familia humilde, que se refugia en las drogas como medio de vida y el otro, un chico de clase alta que vive al límite como forma de llamar la atención ante una familia desestructurada.
Es ya casi una seña de identidad del director el hecho de jugar con la división en partes de las historias, ya en Blue Valentine jugaba con la intersección de una misma historia en dos tiempos diferentes. En este caso la separación de las partes es más brusca, cuando acaba una historia no se retoma, se pasa a otra diferente pareciendo en algún momento que has cambiado de película sin darte cuenta. Hasta la estética y el enfoque de la cámara varía en cada una de esas partes.
Creo que lo que mejora notablemente la historia es esa manera original de contarla y los diferentes ritmos con los que juega en cada una de sus partes.
La reflexión entre lo que somos, lo que quisimos ser y lo que finalmente fuimos se entiende de manera implícita sin necesidad de grandes discursos, me ha parecido una película elegante.
No es una película para todos los públicos. No es una película de acción aunque se hable de robos a bancos y policías. Es una película larga que aunque a mí me haya parecido muy amena y fácil de ver no tiene por qué ser así para todos los espectadores, sobre todo porque el ritmo va en descenso, la acción de la primera parte va dejando paso a partes más introspectivas.
Se la recomiendo a quien quiera disfrutar de un cine diferente, con unas actuaciones geniales, especial mención a Ryan Gosling que, aunque muy hortera, está más sexy que nunca. En definitiva se la recomiendo a quién le guste sentarse ante la pantalla e involucrarse con la historia y los personajes.
GRACIAS POR LEERME